Radiadores
La calefacción caldea la casa mediante
una caldera, que calienta agua que circula por tuberías (ideal que sean
diseñadas para tal fin) que conectan los radiadores adecuadamente repartidos.
Estos dispositivos son intercambiadores de calor concebidos para elevar la
temperatura de una estancia. Una bomba de circulación impulsa el agua caliente
procedente de la caldera hacia estos dispositivos.
Cuando se descubrieron los radiadores se
suponía que el calor se intercambiaba por radiación (propagación de energía en
forma de ondas electromagnéticas o partículas subatómicas), de ahí la palabra.
Pero este fenómeno, a grandes rasgos, solamente es cierto en los casos en los que la
temperatura superficial supera los 70º C. Hoy, sé sabe que la mayor parte del
tiempo el calor se intercambia por convección, ya que debido a la
generalización de los sistemas de regulación los radiadores no suelen alcanzar
tanta temperatura.
La convección es una transferencia de
calor que se caracteriza por producirse a través de un fluido (aire o agua) que
transporta el calor entre zonas con diferentes temperaturas. Así, el aire de
una habitación, al calentarse, aumenta de volumen de modo que disminuye su
densidad y asciende, desplazando el fluido que se encuentra en la parte
superior y que está a menor temperatura. Convección en sí es el transporte de
calor por medio de las corrientes ascendente y descendente del fluido.
Aunque a veces se utilicen como
sinónimos, un radiador y una estufa se diferencian en que en el primero no
existe producción de energía, mientras que en la segunda sí. El radiador
únicamente disipa el calor que le llega de las tuberías por las que circula
agua previamente calentada en una caldera.
La cantidad de calor disipado varía según
la diferencia de temperaturas existente entre la superficie del radiador y el
ambiente a su alrededor. También es diferente según el tamaño de la propia
superficie en contacto con ese ambiente. Si la superficie de intercambio es
grande y existe gran diferencia de temperatura el intercambio será mayor.
Pero de poco sirve purgar un radiador si
éste pierde agua. Por este motivo, lo primero que hay que hacer es asegurarse
de que no hay fugas.
Para que los radiadores se mantengan en
buen estado sólo es necesario limpiarlos con frecuencia para impedir que el
polvo y la grasa se acumulen sobre ellos.
Estos sistemas de calefacción se
encuentran entre los más empleados para el confort hogareño.
Entre las ventajas que representa la
calefacción con radiadores, se destacan que permite una fácil regulación del
calor mediante la instalación de uno o varios termostatos. Además, ofrece un
calor saludable, máxime si se compara con sistemas de aire, poco aconsejables
para las personas con problemas alérgicos o respiratorios.
Los radiadores precisan pequeñas labores de mantenimiento que básicamente consisten en un purgado periódico. Mediante esta tarea se vacía el aire que haya podido entrar en la red de tubos y que podría impedir o dificultar la entrada de agua caliente a los elementos que conforman el circuito. Cuando el aire se elimina, el nivel de agua sube y el radiador vuelve a funcionar perfectamente.
Cuando un sistema de radiadores pierde
presión (NO HAY QUE PONERLE AGUA) es aconsejable llamar un técnico que resuelva
el problema de perdidas, ya que, al ponerle agua, en zonas de “agua dura”,
provocará la avería de la caldera y un déficit sustancial en el rendimiento de
los radiadores.